Autor : Jean-Michel Severino
Fuente: http://www.ideas4development.org
Fecha : 30 March 2009
Estimados redactores de nuestro blog,
En efecto, el mundo de la ayuda al desarrollo está experimentando tres revoluciones simultánea que conducen a la creación de una política verdaderamente global. En primer lugar, está viviendo una diversificación de los objetivos esperados: al tradicional objetivo de facilitar la convergencia económica entre países desarrollados y en vía de desarrollo se han agregado paulatinamente el de financiar programas de acceso a servicios esenciales y el de proteger los bienes públicos a escala mundial. En segundo lugar, ante este nuevo abanico de retos, el mundo de la ayuda al desarrollo ha demostrado una gran capacidad a la hora de incrementar el número y la diversidad de sus actores, generando una incógnita sobre la gobernabilidad de su ya muy fragmentada política global. En tercer lugar, y en respuesta a las transformaciones iniciadas en los mercados financieros, este creciente conjunto de actores cuenta, a su vez, con un mayor número de instrumentos para conseguir unos objetivos políticos más amplios. Sin embargo, sorprendentemente, esta triple revolución de objetivos, actores e instrumentos todavía no ha tenido impacto sobre la manera en que medimos los volúmenes financieros destinados a esta incipiente política mundial ni sus efectos concretos. El presente artículo defiende la necesidad de abandonar el nebuloso y arcaico método de medición de la Ayuda Pública al Desarrollo (APD) y de construir unos parámetros más precisos para medir lo que en realidad importa: recursos y resultados que participen en el desarrollo internacional de este Siglo XXI.
Hallarán más abajo la introducción del artículo, pero mi deseo es que su lectura les incite a leer el artículo mismo. Y les invito con entusiasmo a debatir sobre las ideas que desarrollamos a lo largo de estas páginas. Me serviré de las columnas de nuestro blog para contestar a todas las interrogaciones, sugerencias o críticas que ustedes querrán compartir con respecto a esa reflexión pendiente sobre los instrumentos de nuestra política.
Introducción
La «Ayuda Pública al Desarrollo» agoniza. Esto no quiere decir que realmente haya existido nunca, por lo menos no bajo la forma definida de una lucha mundial contra la pobreza con unos medios y objetivos consensuados. Tampoco quiere decir que la solidaridad internacional esté disminuyendo, por el contrario, cada año hay más dinero disponible para lo que podríamos llamar «políticas públicas internacionales»[1]. Lo que ocurre es que estamos siendo testigos de la disolución de un concepto anticuado, basado en ilusiones pasadas sobre la unidad, claridad y pureza de los objetivos de la «comunidad internacional», y de su transformación en una nueva y compleja generación de políticas públicas que intenta hacer frente a los retos de la mundialización. Una triple revolución de objetivos, actores e instrumentos está dictando las nuevas reglas del juego, dinamitando antiguas prácticas y hábitos. La dinámica creatividad de la financiación para el desarrollo está precipitando un cambio de era: un nuevo Fénix que se alza en vuelo desde las cenizas de unas políticas de medio siglo de antigüedad.
La repentina metamorfosis del mundo de la ayuda al desarrollo conlleva una cuestión problemática. ¿Continúan siendo relevantes ciertos estándares globales como el famoso objetivo de asignar el 0.7% del PBI de los países donantes a la APD? Intentaremos demostrar que en la ineficacia de estos instrumentos de medición está la clave sobre por qué este objetivo no se alcanza, y por qué no es posible alcanzarlo. Ha llegado el momento de cambiar el termómetro, y de decir la verdad, puesto que detrás de las cuestiones de medición de volúmenes de ayuda, aparentemente técnicas, yacen complejos problemas de políticas que la ausencia de medidas precisas hace todavía más impenetrables. La comunidad internacional camina a ciegas por el borde de un abismo.
Este documento nos conduce por un terreno de preocupaciones de escala global que está en continua expansión y que la comunidad internacional debe resolver. Nos describe la creciente marea de partes interesadas con un papel activo en el incipiente campo de la política mundial encargada de la tarea de enfrentarse a estos retos. También ilustra la extraordinaria transformación de los métodos e instrumentos empleados para este fin: una transformación conocida, erróneamente, como «innovación financiera para el desarrollo». Eso pone de manifiesto la manera en que, como consecuencia de esta triple revolución de objetivos, actores e instrumentos, lo que se entiende en la actualidad por la Ayuda Pública al Desarrollo es un instrumento inadecuado o insuficiente para la acción. Este análisis nos lleva a sugerir algunos elementos basados en el sentido común sobre cómo progresar midiendo lo que realmente importa. Porque la medida es lo que cuenta.
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